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julio 26, 2011

ARREPENTIMIENTO. IIII

Desde aquella noche no volví a pasar por el motel. No podía. Mis ganas de verla harían que volviera a caer en la resignación de saber que esa puerta no se abriría, y yo estaría detrás.
Así que me limito, después de diez largos, larguísimos meses, a sentarme en este banco. Quizá buscándola, sin él, quizá intentando encontrar otra persona que me llene y me haga olvidarla. Sin embargo, decido que mi amor y alma no son merecidos para otra. Que este marchito corazón sólo perteneció a Elena, y se quemó con tanta fuerza, que está lleno de odio y dolor. No permito que otra dulce chica sufra por mi culpa. No me permito volver a hacerle daño a alguien. Y por ello, sigo en este asiento de madera, con nuestro recuerdo en el bolsillo de la chaqueta y una leve sonrisa por el recuerdo de sus labios.


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Y fin de mi relato.
Últimamente tengo muchas experiencias y sentimientos con los que puedo crear más vidas, pero estoy bastante vaga. Me doy cuenta que se me va yendo la facilidad con la que escribía antes, así que espero volver por aquí más a menudo.

Sin prometer nada.


junio 30, 2011

ARREPENTIMIENTO. III

Supongo que miraría por la mirilla, y al verme allí detrás, no me reconoció y no quiso abrirla (siempre tan desconfiada de lo extraños). La entiendo. Ahora se que nunca más le obligaría a hacer algo.
Ya me iba cuando oí unas palabras entrecortadas por risas. Era su voz… una voz dulce y bonita.
No estaba sola. Conseguí escuchar a un hombre, de voz fuerte y madura. No, no podía ser. Ella con otro hombre en su casa. ¡Qué rápido me había olvidado! Me apoyé sobre la puerta, resignado. En mi mano izquierda llevaba un recuerdo nuestro, como si hubiera tenido esperanzas de volver con ella gracias a dárselo, que sonriera, nuestras caras juntas y... Ya sabía que no.
En ese momento, al oír lo que no debía, me derrumbé en el suelo y lloré, una vez más.
- Déjalo, Sergio. Ya se habrá ido, ese no aguanta detrás de la puerta ni un minuto sin llorar como un bebé –el tono de Elena era altivo.
Risas.
- Como le vea la cara a ese estúpido, ¡te juro que lo mato! Reza por que no vuelva a venir aquí… -él la defendía, ese tipo, Sergio al parecer, la protegía.
Justo lo que yo nunca hice.

                                   *   *   *

junio 12, 2011

ARREPENTIMIENTO. II

Llegó el día que estaba evitando tanto tiempo que pasara. Cuando llegué del trabajo ella ya no estaba en casa. Se había marchado. Hice de todo para conseguir localizarla. Telefoneé a cualquier conocido suyo, a todos los hoteles más cercanos, y por fin. Habitación 316 de un motel barato de carretera.
Durantes muchas semanas y todas las noches, iba allí –a mirar cómo se sentaba a ver la televisión, cómo se desnudaba para ir a dormir -, desde un bordillo, fumándome mi habitual cigarro y con una botella de cerveza en la mano, siempre la misma; siempre deprimido. No me atrevía a tocar a la puerta y preguntar si se acordaba de mí. Quizá ya me había olvidado, en dos meses de dolor y desesperación, quizá no recordaba ni mi nombre.
Su móvil ya no existía, no podía hablar con ella sin que me vea la cara, y ese golpe en la puerta haría que la volviera a ver…
No sé de dónde saqué las fuerzas. Entré a la pequeña recepción y mal iluminada, con una larga mesa como recibidor y un recepcionista viejo y extrañamente simpático. Subía por la escalera principal, me temblaban las piernas. Toqué a la puerta y nadie abrió. Pero Elena estaba dentro.

                         *   *   *

mayo 22, 2011

ARREPENTIMIENTO. I

Discutíamos sin parar, llevábamos así casi media hora; las cuales se me antojaron una eternidad.
- ¡No soy tuya! ¡Déjame, vamos! Eres como un indefenso animal que ve como su mujer se aleja de él, y no puede aceptarlo. Que haría cualquier cosa por no estar solo, y más para no perder la poca dignidad que le queda –gritaba histérica, lágrimas de rabia en sus ojos -. Has sido todo para mí, pero tu comportamiento es raro ahora que he decidido disfrutar. Esto no significaba que quería dejarte, cariño, pero tú lo has estropeado. ¡No te tengo miedo!
Lloré, lloré como nunca lo había hecho. La necesitaba, la amaba. Fui un imbécil. La veía bailar divertida con sus amigos en fiestas mal organizadas, salir de casa todas las tardes y volver contándome las mejores anécdotas de cada día. Nunca había sido así…
Consumimos nuestro amor en un año y medio, ni más ni menos. Luego ella se dio cuenta que estábamos haciendo mal las cosas, que podíamos amarnos disfrutando también con los demás. Yo no lo veía bien y a ella no le importó. Siempre con tanto carácter… y yo siempre tan egoísta.
Ella. Elena. Así se llamaba; nombre precioso a conjunto con su larga cabellera, ojos verdes y curvas de infarto. A su lado, yo era un simple chico, sencillo y simpático, conocido como Fer.
Mi instinto animal, mi poder por no perder lo que más quería –y quiero… -, me hicieron llegar al peor punto de una pareja: el maltrato. Pensaba que pegándole y recriminándole todo, se asustaría de mí y nunca decidiría dejarme. Pero no fue así.
Cada día le gritaba, le atormentaba. Elena se acurrucaba en una esquina de la casa, abrazada a sus piernas, hasta que me calmaba y todo seguía bien.
Nuestras miradas en casa delataban lo que realmente sentíamos, y nunca dijimos. De esto ahora me arrepiento.

                        *  *  *






mayo 16, 2011

ARREPENTIMIENTO. (Introducción)

Sentado en un banco; mirada perdida en la alegría de los niños, en el vuelo de los pájaros y la caída de las hojas. Desde aquí nadie me ve. Charlan divertidos, ajenos al dolor que me come por dentro; juegan como si del último día de su vida se tratara. Disfrutan. Y eso me alegra o, más bien, me llena de furia. ¿Cómo podía haberme destrozado la vida de esa manera? Fue mi culpa, sólo mía…
Aun recuerdo aquellos días en los que perdí el control, preso de un amor infinito.
Mi novia, mi vida. Andábamos en momentos difíciles, típicos de cualquier pareja. Pero yo… yo no lo podía aguantar.
                                                 
                                                       *  *  *



Introducción del relato que inventé para un concurso de escritura :)

febrero 09, 2011

Charlie y Shally.


Pompas que nunca explotan.
Reía sin parar, con los ojos iluminados, viendo como se alejaban las burbujas que ella misma creaba. Se imaginaba a gente de otro país viéndolas volar sobre sus cabezas. A pájaros divertidos revoloteando alrededor de ellas. A nubes esponjosas acogiéndolas en su manto de algodón.
- ¡Míralas! ¡Allí! Dentro de poco llegarán a África, o quizá cambien de dirección y se paren en Cádiz. ¿Crees que aguantarán tanto? ¡Yo creo que sí!
Era la niña más feliz del mundo. Sus ojos color miel y su pelo rubio la hacían preciosa. Estaban sentados sobre el césped, con un hermoso lago en frente y, más adelante, el mar. La mañana era soleada, y corría una brisa refrescante. Ella tenía doce años y él catorce; no estaban enamorados, normal para su edad, pero se tenían un cariño enorme y diferente.
Las pompas de jabón volaban hasta perderse de vista.
- Vámonos ya, Shelly. Es la hora de comer y no estamos en casa.
- ¡Jó, Charlie! Quiero quedarme aquí. Quiero seguir fabricando pompas. ¿Sabes? Cuando las veo volar, a cada una de ellas le asigno un sentimiento, una promesa o un deseo. A aquella le prometo que siempre mostraré mis sentimientos; nunca se sabe cuando acabará todo, y con ello, perderemos la posibilidad de contar lo que sentimos. A esa otra le prometo que sólo me afectará lo importante; aunque es difícil, ya que para mí lo importante son las cosas más insignificantes... Por ejemplo: una mirada tuya, un beso, que me regales tu bocadillo cuando yo no tengo y me prestes tu sudadera cuando tengo frío.
- Pues, que sepas que seguiré haciéndolo. Y que te quiero mucho, mucho también deberías recordar.
- Sí, yo también, pero ya sabes que me cuesta decirlo.- sus ojos expresaban todo lo que no decía.- Eh… ¿por dónde íbamos?- estaba nerviosa, nunca se habían hecho esta muestra de cariño.
Charlie se acercó a ella y la rodeó con sus brazos. Shally apoyó la cabeza contra su hombro.
- Me estabas contando lo que lleva cada pompa en su interior…
- ¡Es cierto! Aquella tiene la palabra amor, ésta alegría, y ésta sueños. En aquella pompa deseo no ser una cobarde jamás, y en esa otra… deseo que siempre sea tan feliz como lo estoy siendo ahora.
Unieron sus labios en un corto y tímido beso, en el que demostraron cuánto se querían.

enero 13, 2011

Retazos de una vida de pesadilla.

Estaba tirada en el suelo, con las piernas dobladas entre sus brazos. No paraba de llorar. Su corazón latía cada vez más deprisa, como una bomba a punto de estallar. La melena marrón que llegaba hasta su cadera, estaba empapada de sudor y le tapaba la cara.
La habitación estaba en penumbra, los muebles tirados y la cama desecha. A través de las persianas echadas entraba unos finos rayos de luz de una farola. Era de noche. Todo estaba en silencio, la calma por fin había llegado. Lo único que se oía eran los pequeños gemidos de Sofí.

De repente oí unos fuertes portazos en la habitación. El hotel estaba en silencio, todos dormían, así que me extrañó mucho. Pude oírlo porque justo en ese momento me había desvelado para hacerme un vaso de manzanilla con limón.
Fui casi de puntillas hacia la puerta: detrás de la mirilla solo había oscuridad. Pero estaba segura de que alguien me estaba llamando…

Se sentía cada vez peor, no podía borrar de su cabeza aquel momento. Lo odiaba, lo odiaba con todas sus fuerzas y sentía impotencia. Su fuerza mental y física no iba a poder con él y lo sabía. Así que prefería rendirse y caer en sus enormes garras de acero.

Abrí la puerta lo suficiente como para sacar la cabeza. Ví una silueta de anchos hombros acercarse a mí. Asustada cerré la puerta de golpe, pero un peso fuerte lo impedía. Aquel hombre- su silueta lo decía- estaba empujando con la mano por el otro lado. Cedí ante aquel peso, y caí de golpe al suelo. Entonces, él me agarró del cuello dificultándome la respiración y me tiró al sofá.
Yo le propinaba puñetazos y patadas, pero no podía hacer nada más, me tenía encerrada en mi propio cuarto.
Lo que pasó después… Se aprovechó de mí, se llevó mi virginidad. Como si nada, como si pudiese entrar así como así de nuevo en mi vida. Como un maldito fantasma del pasado.
Él fue una gran equivocación en mi vida, nos separamos de una forma drástica y me ha seguido en todo este año, hasta ahora. Ahora que ha logrado volver a mí por las fuerzas. Siempre ha querido salir ganando, y lo ha conseguido.

Y seguía allí, en la penumbra, sin fuerzas, intentando reponerse como pudiera. No lo conseguía. Sus padres no tenían relación con ella por culpa de aquel amor, maldito amor. No tenía a nadie que la buscara, o al menos ella lo veía así. Y prefería eso: se pasó todo un año huyendo de la gente, ¿quién iba a intentar encontrarla? Seguiría entre esas cuatro paredes, hasta sentirse segura y lejos de la vida de aquel hombre. No sabía lo que podría pasar, ni quería pensarlo.
Su diario seguía en el suelo abierto por la página en que terminó de escribir el suceso. ¿Para qué? Sofí se hacía esa pregunta. Quizás porque era un episodio más de su vida, porque sabía que en un futuro lo recordaría como un paso más hacia la madurez. Quizás… quizás ese diario no lo vuelva a leer, llevándose consigo todos aquellos recuerdos.
Sólo tenía dieciséis años; una depresión, un desamor horrible y una historia que guardar para siempre.