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junio 12, 2011

ARREPENTIMIENTO. II

Llegó el día que estaba evitando tanto tiempo que pasara. Cuando llegué del trabajo ella ya no estaba en casa. Se había marchado. Hice de todo para conseguir localizarla. Telefoneé a cualquier conocido suyo, a todos los hoteles más cercanos, y por fin. Habitación 316 de un motel barato de carretera.
Durantes muchas semanas y todas las noches, iba allí –a mirar cómo se sentaba a ver la televisión, cómo se desnudaba para ir a dormir -, desde un bordillo, fumándome mi habitual cigarro y con una botella de cerveza en la mano, siempre la misma; siempre deprimido. No me atrevía a tocar a la puerta y preguntar si se acordaba de mí. Quizá ya me había olvidado, en dos meses de dolor y desesperación, quizá no recordaba ni mi nombre.
Su móvil ya no existía, no podía hablar con ella sin que me vea la cara, y ese golpe en la puerta haría que la volviera a ver…
No sé de dónde saqué las fuerzas. Entré a la pequeña recepción y mal iluminada, con una larga mesa como recibidor y un recepcionista viejo y extrañamente simpático. Subía por la escalera principal, me temblaban las piernas. Toqué a la puerta y nadie abrió. Pero Elena estaba dentro.

                         *   *   *

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