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junio 30, 2011

ARREPENTIMIENTO. III

Supongo que miraría por la mirilla, y al verme allí detrás, no me reconoció y no quiso abrirla (siempre tan desconfiada de lo extraños). La entiendo. Ahora se que nunca más le obligaría a hacer algo.
Ya me iba cuando oí unas palabras entrecortadas por risas. Era su voz… una voz dulce y bonita.
No estaba sola. Conseguí escuchar a un hombre, de voz fuerte y madura. No, no podía ser. Ella con otro hombre en su casa. ¡Qué rápido me había olvidado! Me apoyé sobre la puerta, resignado. En mi mano izquierda llevaba un recuerdo nuestro, como si hubiera tenido esperanzas de volver con ella gracias a dárselo, que sonriera, nuestras caras juntas y... Ya sabía que no.
En ese momento, al oír lo que no debía, me derrumbé en el suelo y lloré, una vez más.
- Déjalo, Sergio. Ya se habrá ido, ese no aguanta detrás de la puerta ni un minuto sin llorar como un bebé –el tono de Elena era altivo.
Risas.
- Como le vea la cara a ese estúpido, ¡te juro que lo mato! Reza por que no vuelva a venir aquí… -él la defendía, ese tipo, Sergio al parecer, la protegía.
Justo lo que yo nunca hice.

                                   *   *   *

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