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enero 13, 2011

Retazos de una vida de pesadilla.

Estaba tirada en el suelo, con las piernas dobladas entre sus brazos. No paraba de llorar. Su corazón latía cada vez más deprisa, como una bomba a punto de estallar. La melena marrón que llegaba hasta su cadera, estaba empapada de sudor y le tapaba la cara.
La habitación estaba en penumbra, los muebles tirados y la cama desecha. A través de las persianas echadas entraba unos finos rayos de luz de una farola. Era de noche. Todo estaba en silencio, la calma por fin había llegado. Lo único que se oía eran los pequeños gemidos de Sofí.

De repente oí unos fuertes portazos en la habitación. El hotel estaba en silencio, todos dormían, así que me extrañó mucho. Pude oírlo porque justo en ese momento me había desvelado para hacerme un vaso de manzanilla con limón.
Fui casi de puntillas hacia la puerta: detrás de la mirilla solo había oscuridad. Pero estaba segura de que alguien me estaba llamando…

Se sentía cada vez peor, no podía borrar de su cabeza aquel momento. Lo odiaba, lo odiaba con todas sus fuerzas y sentía impotencia. Su fuerza mental y física no iba a poder con él y lo sabía. Así que prefería rendirse y caer en sus enormes garras de acero.

Abrí la puerta lo suficiente como para sacar la cabeza. Ví una silueta de anchos hombros acercarse a mí. Asustada cerré la puerta de golpe, pero un peso fuerte lo impedía. Aquel hombre- su silueta lo decía- estaba empujando con la mano por el otro lado. Cedí ante aquel peso, y caí de golpe al suelo. Entonces, él me agarró del cuello dificultándome la respiración y me tiró al sofá.
Yo le propinaba puñetazos y patadas, pero no podía hacer nada más, me tenía encerrada en mi propio cuarto.
Lo que pasó después… Se aprovechó de mí, se llevó mi virginidad. Como si nada, como si pudiese entrar así como así de nuevo en mi vida. Como un maldito fantasma del pasado.
Él fue una gran equivocación en mi vida, nos separamos de una forma drástica y me ha seguido en todo este año, hasta ahora. Ahora que ha logrado volver a mí por las fuerzas. Siempre ha querido salir ganando, y lo ha conseguido.

Y seguía allí, en la penumbra, sin fuerzas, intentando reponerse como pudiera. No lo conseguía. Sus padres no tenían relación con ella por culpa de aquel amor, maldito amor. No tenía a nadie que la buscara, o al menos ella lo veía así. Y prefería eso: se pasó todo un año huyendo de la gente, ¿quién iba a intentar encontrarla? Seguiría entre esas cuatro paredes, hasta sentirse segura y lejos de la vida de aquel hombre. No sabía lo que podría pasar, ni quería pensarlo.
Su diario seguía en el suelo abierto por la página en que terminó de escribir el suceso. ¿Para qué? Sofí se hacía esa pregunta. Quizás porque era un episodio más de su vida, porque sabía que en un futuro lo recordaría como un paso más hacia la madurez. Quizás… quizás ese diario no lo vuelva a leer, llevándose consigo todos aquellos recuerdos.
Sólo tenía dieciséis años; una depresión, un desamor horrible y una historia que guardar para siempre.