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diciembre 28, 2010

Recordará aquel fuerte ruido de la puerta hasta el resto de sus días.

- Ah, ¿te vas? ¡Pues no vuelvas! No pienso volver a aguantar verte viniendo hacia mí como si nada hubiera pasado. No pienso dejar que después de desahogarte con unas cuantas zorras vuelvas a besarme. ¡No!
Estaba más enfadada que nunca, pero sus ojos expresaban una gran tristeza. Sabía lo que perdería, ya había pasado más veces, y estaba harta de sufrir.
Ella existía, nada más. Intentaba sobrevivir como pudiera. Porque él era el que alimentaba su vida, el que le llenaba de mariposas en el estómago. Él era el centro de su existencia. Y ahora lo iba a perder.
- Pero Lauren, necesito irme. Esta relación ha llegado a cansarme. ¡No puedo más! Necesito ver la vida por fuera, por favor. – suplicaba como un gato malherido, aunque en el fondo, Lauren sabía que sus palabras no valían nada, como siempre…
-
Elio, no me vengas con chorradas. Los dos sabemos que tú nunca has podido estar en una relación seria. Que necesitas ver más cuerpos desnudos bajo tuya. Que no sientes nada al ver todos los días a tu lado a la misma persona, no se te iluminan los ojos, ¡no te alegras de estar con la persona que amas, que supuestamente tú amas!
Empezaban a inundársele los ojos de lágrimas. No lo podía evitar. Ahora mismo tenía una coraza muy fuerte resguardando a los sentimientos que después aparecerían; soledad, desamor, tristeza, resignación…
Si sabía que le tocaría sufrir, ¿por qué estaba echándole a ‘’patadas’’ de la casa en la que se encontraban, de su corazón? ¿Por qué, si sabía que no lo iba a poder olvidar, estaba sufriendo este ataque de histeria…? Sí, todo lo que decía le servía a ella para hacerse a la idea de que quería olvidarlo, ¡pero no podía!
El amor no se olvida, solo cambia de lugar en la memoria.
-
Lauren, por dios…
- ¿¡Qué!? Eso mismo te digo yo a ti. ¡Por dios! ¿Piensas que puedes utilizarme de esta manera? ¿Qué puedes irte si te cansas? ¿Piensas que me voy a quedar aquí esperándote como una idiota? Pues no, ¡esta vez no! – aquel ‘’no’’ fue su última palabra de despedida.
 Elio salió de la casa, con la mirada baja y pensamientos de alegría y, a la vez, tristeza. Algo en su corazón se había roto por completo, algo que no sabía que sentía, pero era cierto. No esperaba aquellas palabras de Lauren, siempre la había visto tan… pequeña a su lado. Y ahora estaba ahí, dentro de la casa, no sabía si llorando o no, pero según todo lo que dijo, había conseguido lo que quería, echarlo de su vida. Y él… también lo había conseguido. Así que, como siempre, subió la mirada y lanzó su mejor sonrisa, esperando a todas las mujercitas que se podían cruzar por su camino y preparado para la caza.

Lauren. Lauren… estalló a sollozos nada más cerrar la puerta con sus propias manos, con un fuerte portazo. Esas últimas palabras… ¡pues claro que lo iba a esperar! Claro que iba a estar al lado del teléfono esperando la llamada de la persona a la que ama, claro que iba a asomarse a la ventana buscando algo que le recordase a él, claro que iba a ver sus fotos cada día y las besaría, un simple beso, buscando sus labios en la imagen, esos labios que tan de memoria se sabía, que tanto había besado, que tanto ya deseaba…
En el fondo, al pronunciar aquellas últimas malditas frases hacia Elio, sabía que estaba mintiendo, que se estaba mintiendo a ella misma ¡lo sabía!

Un vaso de leche caliente con miel.